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¿Por qué es la Pascua una fiesta tan importante?

Actualizado: 7 abr 2021

Según un artículo en el periódico La Vanguardia, la Pascua es la fiesta más importante de la religión cristiana. Conmemora la muerte y resurrección de Jesús, hecho que es el eje central del cristianismo.


En un grupo de WhatsApp formado por compañeras y compañeros de camino en la profundización de la sanación a través del Naad Yoga (del yoga del sonido) de la tradición de los Maestros Sikh, a partir de Guru Nanak, una compañera nos compartió la pregunta que se estaba haciendo:

¿Cómo podemos celebrar la Pascua, si la resurrección de Jesucristo sólo pudo darse porque previamente había sido crucificado (en una cruz gigante de madera que había sido obligado a arrastrar)?

Las distintas respuestas que encontraron mis compañer@s para ellas mismas, que compartieron con el grupo, fue lo que me lleva a escribir sobre ello en este post, utilizando parte de la conversación en el grupo, dándole mi forma y añadiendo lo que despertó en mí.


Hay distintas maneras de celebrar la Pascua. Quienes son muy religiosos celebran, con una comida, el domingo de Pascua, la resurrección de Jesucristo, que puede ser vista como un recordatorio de que tod@s tenemos una parte inmortal en nosotr@s.


La crucifixión nos puede recordar que hoy en día sigue sucediendo que personas son "crucificadas", tanto simbólica- como literalmente, por querer instaurar un cambio en el mundo, para el bien común.

En este sentido, la crucifixión de Jesucristo y su reencarnación 2 días después, puede representar el hecho de que una forma de muerte y resurrección suele ocurrir en la vida de cada un@ de nosotr@s, incluso varias veces, cuando algo cambia/ se transforma y se da algo nuevo. De hecho, la palabra Pascua, que proviene del término pésaj, del hebreo antiguo, significa “paso” o “transformación”.

El cambio es una constante en nuestro día a día y a la vez suele ser vivido como una amenaza, en especial por las personas que han implantado sistemas a través de los cuales han adquirido poder y riqueza, oprimiendo y aprovechándose de otras personas, de animales, de la naturaleza en general.


La tan valiosa enseñanza que sacamos de la crucifixión de Jesucristo por representar una amenaza, es su actitud: murió libre del miedo a morir y libre de despecho y por tanto libre del deseo de condenar a alguien. Porque Jesucristo amaba incondicionalmente y vivía libre del pasado y libre del futuro.


Sólo una persona sabia puede morir así. Sólo una persona sabia vive sabiendo que nadie sabe cuándo dejará su cuerpo, y se aproxima a la vida desde esta sabiduría. Sabe que no puede quedarse con el cuerpo que es necesario para disfrutar de la cosa más maravillosa que la vida pueda llegar a darle. Una persona sabia, como lo fue Jesús, sabe que, después de dejar el cuerpo, no podrá llevarse consigo ni su nombre. Tampoco puede llevarse su identidad y sus ideas, ni sus emociones, como en el caso de Jesús podrían haber sido la ira o el resentimiento.

Una persona sabia sabe que todo desaparecerá porque, cuando renuncias a algo, nadie lo recibe en tu lugar, sino simplemente se va. Ese es el poder de la rendición, que es lo que hizo Jesucristo. Para él ya no existía la posibilidad de dejar algo para mañana, porque sólo existía el ahora. En el ahora es dónde vive ese yo, que es el único estable en medio de todo lo que no puede ser llevado cuando se deja el cuerpo.

A más tardar entonces, desaparecerá incluso la idea que a menudo guardamos en nuestro corazón, un tipo tesoro de un deseo aparentemente insatisfecho, al que todavía nos aferramos y no estamos list@s para dejar ir por completo.


La realización de que en esencia, no eres nada de eso que no te puedes llevar al dejar el cuerpo, es muy fácil y no requiere de imaginación. Lo difícil es estabilizarnos en esta realización, porque es algo muy natural, lo más simple de lo simple y mientras la mente esté al servicio del sentido de la personalidad, esto no es atractivo.

Por eso necesitamos seguir estando atent@s a la mente. Esta seguirá regresando para sacarnos de nuestra esencia que no tiene forma y llevarnos de nuevo a vivir sintiéndonos una forma de persona, con un pasado y expectativas de futuro.

Las actividades en sí no están en conflicto con nuestro ser esencial, pero sí lo que han llegado a representar en nuestra mente. Es decir, lo que nuestra mente proyecta sobre ellas, los deseos y apegos a ellas, que podemos llamar vicios. Esto es lo que necesita ser observado, continua y suavemente.


En este sentido, la Pascua puede ser vista como símbolo de que la verdad vence la ilusión. Es decir, cada vez que reconocemos, sacrificamos y crucificamos un vicio, nos acercamos a la asimilación e integración de la vibración de nuestra esencia, lo cual da pie a que vivamos en sintonía con un ritmo diferente que nos permite vivir relaciones y experiencias de manera distinta. Es un proceso que tod@s vivimos de distinta manera e intensidad.


El viaje del reconocimiento de nuestra esencia, que siempre ha sido, nunca nos ha abandonado, ni lo hará jamás, aunque así lo sintamos, es como la transformación que hace una oruga en una mariposa. Así cómo la oruga, al convertirse en mariposa puede desplegar unas alas hermosas y volar, reconocer nuestra esencia nos permite vivir todo nuestro potencial que es vivir libre de forma, de límites y de tiempo, en amor incondicional y en felicidad y paz duradera, que no depende de nada ni de nadie.


Así vivió Jesucristo, siendo meditación (https://www.jennysangeet.com/post/la-meditación-no-es-una-práctica). Y mientras su cuerpo murió y dejó todo lo demás que tampoco pudo llevarse, su esencia sigue viva. Y al recordarlo, nos recordamos a nosotr@s mism@s, que somos la misma esencia que fue y sigue siendo él...












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