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Un único anhelo disfrazado de diversos deseos


En tres semanas estaré ofreciendo, con 3 mujeres más, el quinto y último concierto contemplativo de la serie que llamamos SUNIE, que es el nombre que recibe una forma de escucha, llamada yóguica. Se refiere a que el/la oyente se adentra en sí mismx para escucharse, con el objetivo de sintonizarse con su voz maestra. .

Guru Nanak, el primero de los Gurus del linaje Sikh y de la cadena de yoguis del sonido, nos dejó instrucciones precisas sobre cómo hacerlo. Nos invita a entrar en nuestras profundidades a través de 60 propuestas sonoras, Raags, que emplean una combinación de notas y normas específicas cada uno, para evocar en lxs oyentes un estado emocional específico.

El espacio sonoro que abriremos el domingo 20 de junio en Olot, será para sintonizarnos con el anhelo (Majh).

¿De qué anhelo se trata?


La perspectiva de la mayoría de las personas, desde la cual vivimos y nos relacionamos, es que existimos independientemente unos de otros, que somos un ser separado de aparentes otros. Y lo único que quiere el ser que se siente separado, es despojarse de ese sentido de separación.

Vivimos con una sensación de no estar completxs, de que algo nos falta. Esta es nuestra herida nuclear y la razón por la cual buscamos relaciones de amistad e íntimas y recurrimos a sustancias y objetos. Creemos que aliviarán nuestro anhelo de ser completadxs por alguien o algo. Y lo harán, pero sólo muy brevemente.

Por ejemplo: cuando tienes ganas de comer un trozo de pastel, al tomar el primer bocado, por un breve momento te fundes con él. Tu sensación de separación se disuelve, se derrumba la división entre tú y el otro, en este caso el pastel.

Es importante saber que lo que estás disfrutando en ese momento no es el sabor del pastel, sino el sabor de tu verdadera naturaleza que resplandece.

Es la misma razón por la que buscamos la amistad y las relaciones íntimas. Lo que queremos no es la fusión misma, sino lo que pasa cuando ocurre la fusión, que es vernos despojadxs del sentimiento de separación, en mayor o menor grado y, como resultado, nos es revelada nuestra no-forma original, nuestro ser esencial ilimitado que es conciencia pura o, utilizando otro nombre para ella, amor puro.


Mira a lo que acabo de hacer referencia aquí: ¡El amor no es un atributo de la conciencia!

En el nivel de la mente finita lo consideramos una relación, un sentimiento que tiene lugar entre dos personas. Pero no lo es. En la experiencia del amor, la relación se disuelve porque el yo y el otro se disuelven y la vivencia es el compartir del ser esencial que es el único que existe, que es conciencia pura o amor puro, que no sabe nada de dualidad. No es posible amar a otra persona.

En las palabras de Rumi:

"Verdaderos amantes nunca se encuentran realmente. Están el uno en el otro desde siempre."


Todxs anhelamos esta experiencia del amor porque entendemos profundamente que dejar de ser yo y el/ la otrx, es la experiencia más elevada, más noble que existe. Aunque este anhelo se disfrace de deseos muy variados, siempre se trata del mismo anhelo de ser completadxs.

¿Cómo es que todas las personas lo tenemos?


Todo lo que hay es amor o consciencia, que quiere manifestar su potencial infinito. Al no poder hacerlo directamente, se limita a sí misma contrayéndose en las formas de cada una de nuestras mentes. El precio que paga al manifestarse, es que se oculta a sí misma su propia naturaleza; cubre el amor que es con un velo. Con lo cual, desde la perspectiva de una mente finita manifestada, que se siente separada, el amor parece estar ausente y esta ausencia de amor la siente como el anhelo por el/ la amadx.

Y, este yo que se siente separado, que está hecho de conciencia pura, cuando siente amor, está sintiendo el rastro que la consciencia infinita deja de sí, de su presencia, en la mente finita. Por eso la mente reconoce la experiencia del amor como algo más allá de sí misma, como una intervención divina en su vida y valora el amor por encima de todo.


Así mismo, el anhelo es divino, porque es lo divino (la conciencia, el amor) llamándonos de regreso a sí mismo.

Nosotrxs, quienes nos creemos un yo separado existiendo independientemente, no somos quienes anhelamos y vamos hacia la conciencia (lo divino), porque no existe ningún yo separado que pueda anhelar a Dios (conciencia pura, amor puro, felicidad pura, paz pura). Todo lo que hay en el yo separado es conciencia infinita que se vela a sí misma con su propia actividad y por ello aparenta estar limitada y separada de su paz, amor y plenitud innata. Al contraerse en una mente finita, el resultado de esta contracción, es un impulso natural que queda en la conciencia, para volver a su estado de equilibrio, a su estado natural de expansión. Y, desde la perspectiva de la mente finita, este impulso se siente como el anhelo de Dios, que es el nombre religioso que se le ha dado a la consciencia infinita, cuya naturaleza siempre ha sido, es y será, de amor, alegría incondicional y paz imperturbable.


La próxima vez que escuches una canción, en la cual una persona expresa, más o menos dramáticamente, su deseo por el amor de otra persona, recuerda que es el anhelo del que te conté en este post, disfrazado :)














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